A nosa terra ..... !
¿Cómo se puede comprar o vender el firmamento, ni aún el calor de la tierra?
Esa idea nos resulta extraña. Ni el frescor del aire ni el brillo del agua son nuestros. ¿Cómo podrían ser comprados?
Tenéis que saber que cada trozo de esta tierra es sagrado para mi pueblo. La hoja verde, la playa arenosa, la niebla en el bosque, el amanecer entre los árboles, los pardos insectos... son sagradas experiencias y memorias de mi pueblo.
Los muertos del hombre blanco olvidan su tierra cuando comienza el viaje a través de las estrellas. Nuestros muertos, en cambio, nunca se alejan de la tierra, que es la madre. Somos una parte de ella, y la flor perfumada, el ciervo, el caballo y el águila majestuosa son nuestros hermanos. Las escarpadas peñas, los húmedos prados, el calor del cuerpo del caballo y del hombre, todos pertenecen a la misma familia. El agua cristalina que corre por los ríos y arroyuelos no es solo agua, sino que representa la sangre de nuestros antepasados. Si os la vendiésemos, tendréis que recordar que son sagrados y enseñarlo así a vuestros hijos. También los ríos son nuestros hermanos porque nos liberan de la sed, arrastran nuestras canoas, nos procuran peces. Cada reflejo fantasmagórico en las claras aguas de los lagos cuenta los sucesos y memorias de la vida de nuestras gentes, el murmullo del agua es la voz del padre de mi padre.
Sí, gran jefe de Washington, los ríos son nuestros hermanos y sacian nuestra sed, son portadores de nuestras canoas y alimentos de nuestra tierra. Tendréis que enseñar a vuestros hijos. Si os vendemos nuestras tierras, tendréis que enseñar a vuestros hijos que los ríos son nuestros hermanos. Y que deben tratarlos con la misma dulzura con la que se trata a nuestros hermanos.
Noah Seattle, gran jefe de los indios Dwamish y los Suquamish.
Manifiesto en defensa de la Tierra dirigido al presidente de EEUU, Franklin Pierce, en 1854.
Esa idea nos resulta extraña. Ni el frescor del aire ni el brillo del agua son nuestros. ¿Cómo podrían ser comprados?
Tenéis que saber que cada trozo de esta tierra es sagrado para mi pueblo. La hoja verde, la playa arenosa, la niebla en el bosque, el amanecer entre los árboles, los pardos insectos... son sagradas experiencias y memorias de mi pueblo.
Los muertos del hombre blanco olvidan su tierra cuando comienza el viaje a través de las estrellas. Nuestros muertos, en cambio, nunca se alejan de la tierra, que es la madre. Somos una parte de ella, y la flor perfumada, el ciervo, el caballo y el águila majestuosa son nuestros hermanos. Las escarpadas peñas, los húmedos prados, el calor del cuerpo del caballo y del hombre, todos pertenecen a la misma familia. El agua cristalina que corre por los ríos y arroyuelos no es solo agua, sino que representa la sangre de nuestros antepasados. Si os la vendiésemos, tendréis que recordar que son sagrados y enseñarlo así a vuestros hijos. También los ríos son nuestros hermanos porque nos liberan de la sed, arrastran nuestras canoas, nos procuran peces. Cada reflejo fantasmagórico en las claras aguas de los lagos cuenta los sucesos y memorias de la vida de nuestras gentes, el murmullo del agua es la voz del padre de mi padre.
Sí, gran jefe de Washington, los ríos son nuestros hermanos y sacian nuestra sed, son portadores de nuestras canoas y alimentos de nuestra tierra. Tendréis que enseñar a vuestros hijos. Si os vendemos nuestras tierras, tendréis que enseñar a vuestros hijos que los ríos son nuestros hermanos. Y que deben tratarlos con la misma dulzura con la que se trata a nuestros hermanos.
Noah Seattle, gran jefe de los indios Dwamish y los Suquamish.
Manifiesto en defensa de la Tierra dirigido al presidente de EEUU, Franklin Pierce, en 1854.
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